La ansiedad es un estado irregular en muchas ocasiones porque depende de la interpretación que hagamos de la realidad, del nivel de autoestima, del estado de ánimo y de la situación vital de la persona. Muchas veces, el estrés y la ansiedad que nos generan las preocupaciones del día a día, hace que nos sintamos agotados, doloridos y tensos (via Centro Rubio Valor Madrid, Moncloa).
Para ser sinceros, en realidad no siempre es así, aunque hay mucho de cierto en esta afirmación. Existen personas con un elevado grado de ansiedad que se puede extender, sin demasiadas variaciones, a lo largo del día; y otras, en cambio, tienen una ansiedad menos intensa que también se prolonga a lo largo de toda la jornada. Es evidente que, en el primer caso, inicialmente se podría precisar un tratamiento farmacológico que rebajase estos niveles de manifestación, que suelen ser elevados o incluso insoportables, de la misma manera que también es esencial iniciar una intervención psicoterapéutica con objeto de ir cambiando y ajustando a la objetividad, de forma progresiva, los pensamientos y sentimientos ahora disparados.
La irregularidad de la ansiedad es una consecuencia, sobre todo, de lo que la persona piensa y siente, y, por tanto, de lo que sucede en su vertiente interna, es decir, en los procesos de análisis de la realidad que ejecuta de manera constante, sin ser consciente de ello, y que ahora se encuentran distorsionados y dotados de un sentido negativo y pesimista. La irregularidad se encuentra, por un lado, en los cambios de intensidad de los síntomas, es decir, en la sucesión de las fases de agitación (alta y baja) que tienen lugar durante el día, pero, por otro lado, también por el cambio o sustitución de un síntoma por otro.
Dentro de nuestro planteamiento y experiencia clínica en psicoterapia, estos cambios en la intensidad y variedad de los síntomas tienen como precedentes la existencia de otros procesos acaecidos en la mente interior (sistema límbico), que se encuentra permanentemente enfrascada en situaciones de análisis de la realidad en las que intercala la percepción bien de peligros y/o amenazas significativas, bien de estados neutros o poco preocupantes. Éste es un proceso del todo irracional o inconsciente en el que no actúan la razón o el cerebro cortical, sino los mecanismos genéticos de autocontrol situacional que todos poseemos y que se expresan mediante las emociones (en este caso la ansiosa). La irregularidad, de hecho, permite entender que la vida no tiene siempre, ni mucho menos, un carácter agresivo contra la persona; al contrario, demuestra la fragilidad de una manera fatalista de ver las cosas, dado que la escasa sintomatología apenas nos preocupa y, por tanto, nos acerca a la realidad de un modo mucho más objetivo y maduro. En este sentido, hay que entender que la persona, por defecto, suele vivir, no sobrevivir.
Para comprender mejor la irregularidad ansiosa debe señalarse que, generalmente, existen dos polos diarios de agitación: el que tiene lugar por las mañanas, nada más despertarse o cuando comienza a moverse en el marco de sus obligaciones o rutinas, y el de las tardes-noches, cuando la jornada va acabando y la persona que se acerca al momento del descanso nocturno va recibiendo el peso neurotizado de la jornada. Puede haber, evidentemente, variaciones, pero la experiencia en análisis de casos ofrece esta polaridad. Veamos algunas de sus características.
La ansiedad matinal puede comenzar muy temprano, esto es, incluso al despertar, antes de levantarse. La causa puede estar en el relevo que parece efectuarse de la vida onírica a la de vigilia o activa, es decir, en los instantes del cambio de control mental de inconsciente a consciente. En muchas ocasiones, los sueños han sido duros o emocionalmente tan intensos, que la mente racional y consciente puede llegar a sentirse atrapada por su poder de sugestión; sin embargo, normalmente, a medida que avanza el día se va suavizando el estado agitado inicial.